Dios en su infinito amor ha regalado al hombre la gracia de fortalecer su fe a través de los sacramentos; estos se convierten en un signo visible del amor de Dios en medio de la cotidianidad del ser humano. Por ello podemos afirmar sin temor a equivocación que «alimentan la fe, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe» (S.C. 59).